El fracaso diplomático no destruye puentes: revela los que nunca se construyeron
Los artículos publicados en ABC el 28 de mayo describen con contundencia el fracaso diplomático del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, en su intento de lograr que el catalán, el gallego y el euskera sean reconocidos como lenguas oficiales de la Unión Europea. Esta iniciativa, promovida como parte de las concesiones al líder independentista Carles Puigdemont, se ha revelado como un “brindis al sol”: un gesto simbólico sin posibilidades reales de éxito.
Un fracaso diplomático anunciado
A pesar de la ofensiva diplomática lanzada desde La Moncloa, la propuesta fue bloqueada en el Consejo de Asuntos Generales de la UE. Países como Finlandia y Suecia solicitaron más aclaraciones y se abstuvieron de apoyar la medida, mientras que Austria y Francia la rechazaron o evitaron pronunciarse. Otros Estados miembros optaron por no posicionarse, una señal clara de la falta de respaldo. Aunque el Gobierno asegura que seguirá insistiendo, el ambiente en Bruselas fue de escepticismo generalizado.
Uno de los principales obstáculos señalados fue la ausencia de garantías jurídicas y logísticas para que tres lenguas regionales, que no poseen estatus oficial a nivel estatal, puedan ser reconocidas oficialmente en el ámbito europeo. Se recuerda que para que una lengua sea oficial en la UE, debe tener primero reconocimiento oficial en todo el Estado miembro, algo que actualmente no ocurre con el catalán, gallego y euskera. Lograrlo implicaría reformar la Constitución española, un proceso que el Gobierno ni siquiera ha planteado.
Aliados improbables y rechazo previsible
Aunque los artículos no mencionan directamente a ciertos líderes europeos, es razonable suponer que mandatarios con perfiles nacionalistas o conservadores como Viktor Orbán (Hungría) o Giorgia Meloni (Italia) difícilmente apoyarían una propuesta que requiere unanimidad. De hecho, el ministro italiano Antonio Tajani ya ha manifestado públicamente su rechazo.
Pedro Sánchez ha jugado una carta política destinada más a mantener el respaldo de Junts y Puigdemont que a promover un cambio institucional real en Europa. La UE ha desenmascarado esta maniobra como un gesto vacío, sin base legal ni viabilidad diplomática. Mientras Puigdemont parece haberse tomado en serio esta estrategia, el fracaso de la iniciativa ha quedado en evidencia. Sin una reforma constitucional previa, las lenguas cooficiales españolas no podrán obtener reconocimiento oficial en Bruselas.



