miércoles, 9 de julio de 2025

SÁNCHEZ Y SUS ELEGIDOS







Cuando dar un paso al lado es lo mínimo exigible



En junio de 2018, Pedro Sánchez derribó al Gobierno de Mariano Rajoy mediante una moción de censura basada en una exigencia: asumir la responsabilidad política ante la corrupción. “No basta con pedir perdón”, dijo entonces desde la tribuna del Congreso. Hoy, siete años después, esas mismas palabras pesan como una losa sobre su propia figura.

Los escándalos que rodean al entorno de Sánchez no son incidentes aislados ni errores fortuitos. José Luis Ábalos, su ministro y secretario de Organización, está acusado en el caso Koldo de tráfico de influencias y enriquecimiento ilícito. Santos Cerdán, su sucesor orgánico, está en prisión preventiva por liderar una red de comisiones ilegales. Francisco Salazar, su asesor más personal, fue apartado tras revelarse su implicación en posibles casos de acoso sexual, justo antes de asumir un nuevo cargo en la cúpula del PSOE.

Estos tres hombres no eran figuras de segundo plano. Eran su círculo íntimo, seleccionados, promovidos y protegidos por él. Pero no acaba ahí. Su esposa, Begoña Gómez, está siendo investigada por tráfico de influencias; su hermano, David Sánchez, por prevaricación; y el Fiscal General del Estado, por revelación de secretos en un caso con connotaciones políticas.

Ante esta situación, Pedro Sánchez ha respondido con un perdón público, anuncios de más controles internos y la promesa de “seguir adelante”. Sin embargo, eso ya no es suficiente. De hecho, eso es exactamente lo que él mismo reprochó a Rajoy: mirar hacia otro lado, minimizar la gravedad y no asumir consecuencias.


Un paso al lado: lo mínimo exigible


La magnitud de los casos y su cercanía al presidente del Gobierno imponen una respuesta de otro nivel. Sánchez no puede seguir gobernando como si nada, sin erosionar la credibilidad institucional ni el legado que decía construir. Si en 2018 la corrupción de un tesorero justificaba un cambio de Gobierno, hoy la corrupción de dos secretarios de Organización, un ministro, y la investigación judicial de su entorno familiar y del fiscal general hacen ineludible una salida digna.


Lo primero que debería hacer Pedro Sánchez es dimitir.


Una retirada voluntaria  permitiría que el PSOE eligiera un nuevo liderazgo con legitimidad renovada. Solo entonces se podría emprender una auditoría interna real, adoptar medidas de regeneración democrática y exigir responsabilidades políticas y procesales sin sombra de protección o cálculo personalista.

Insistir en continuar al frente, alegando “traición de personas cercanas”, no es liderazgo: es negación de la realidad. Y eso, viniendo de quien exigió a otros “dignidad política”, se convierte en una forma intolerable de cinismo.

Pedro Sánchez debe marcharse. Porque como él mismo proclamó entonces, ante la corrupción: “No basta con pedir perdón. Hace falta responsabilidad.





domingo, 6 de julio de 2025

EL PP SE DILUYE

 



 

Me he quedado estupefacto, como el autor del artículo titulado «Ni de derechas, ni de izquierdas. ¿En serio, Alberto?», publicado el 3 de julio de 2025 en EL DEBATE. En él se lanza una crítica frontal a la estrategia política de Alberto Núñez Feijóo, , tras su afirmación de que el proyecto que presenta para España ya no distingue entre izquierdas y derechas, apostando por un enfoque “transversal” y “de centralidad”.

Coincido en que esta declaración no solo constituye un error estratégico, sino también una renuncia ideológica que deja huérfanos a millones de votantes de centroderecha.

La crítica surge del impacto causado por las palabras de Feijóo durante una entrevista televisiva, en la que expresó su intención de liderar un proyecto similar al de Felipe González en 1982 o al de José María Aznar en 1996. La reacción del autor, y de muchos afines ideológicamente al PP, ha sido de decepción, incluso de consternación. Totalmente de acuerdo. Algunos comentarios recogidos califican esta postura de “lamentable” o “alucinante”. Uno de ellos advierte que, si no existe una derecha reconocible, la socialdemocracia será el único horizonte político posible.

Esta estrategia recuerda a la de Albert Rivera, exlíder de Ciudadanos, quien también intentó posicionarse como una fuerza de centro sin adscripción ideológica clara, y cuyo partido acabó desapareciendo del mapa político. Además, sorprende que Feijóo tome como referente a Felipe González, a quien muchos responsabilizan de haber instaurado un modelo socialdemócrata plagado de vicios: corrupción, desempleo y deterioro institucional.

El artículo contrasta los valores tradicionales de la derecha —libertad individual, baja fiscalidad, defensa de la iniciativa privada, esfuerzo personal y defensa de la vida— con los que se atribuyen a la izquierda —intervencionismo estatal, fiscalidad elevada, subsidios, ingeniería social y revisión sectaria del pasado histórico—. El autor sostiene que el PP debería posicionarse claramente en uno de estos polos y no pretender abarcar ambos sin un compromiso ideológico definido.

Se enfatiza que Feijóo, al declararse “transversal”, parece renunciar a la batalla de las ideas que, desde hace más de un siglo, enfrenta al socialismo y comunismo, con el liberalismo y el conservadurismo. En su opinión, la política no puede reducirse a un “centro” sin principios claros ni valores propios, especialmente en un contexto donde la izquierda y ultraizquierda española promueve una visión guerracivilista de la historia, pacta con el separatismo, debilita la enseñanza del español, desprecia la educación basada en el mérito y promueve una ideología radical en torno al género y la vida.

El texto concluye con una crítica directa a lo que el autor considera el gran error del marianismo: la renuncia a confrontar el relato ideológico de la izquierda en nombre de una supuesta estabilidad, que no logró frenar el avance del “sanchismo”. Según el autor, esa falta de ambición ideológica permitió siete años de Pedro Sánchez en el poder y un profundo deterioro institucional. Su apelación es clara: si el PP quiere ser una alternativa real, no puede esconder su ideología ni disfrazarse de partido sin alma. Feijóo debe tomar partido en la contienda de ideas y no refugiarse en una falsa neutralidad que, en última instancia, favorece al adversario.
El artículo denuncia que la proclamada “transversalidad” del PP bajo Feijóo no es más que una claudicación ideológica disfrazada de centrismo, y un abandono de los principios conservadores y liberales que han representado históricamente a una parte fundamental de su electorado.



En lo personal, como también lo señala el autor, no veo a Feijóo como el líder adecuado para ser alternativa a Sánchez. Puede que gane las próximas elecciones, pero será apenas un parche temporal, hasta que surja alguien con convicciones firmes que deshaga el daño causado por una izquierda procomunista disfrazada de progresismo durante estos últimos años en España.

viernes, 4 de julio de 2025

SANCHEZ. UNO MAS

 




“La mayor victoria de Pedro Sánchez” (El País, 1 de julio de 2025)

Fuente: El País – Opinión

El artículo editorial de El País, publicado el 1 de julio de 2025 bajo el título “La mayor victoria de Pedro Sánchez”, plantea una conclusión evidente, pero lo hace con una templanza que no hace justicia a la gravedad de la situación: Pedro Sánchez debería dimitir. No por estrategia ni por cálculo electoral, sino por decencia política. Por el bien de las instituciones que dice defender.

Hoy no se trata de ideologías ni de la amenaza de la derecha o la ultraderecha. Se trata de ética, de principios y de respeto al cargo que ostenta. El presidente del Gobierno lleva meses aferrado al poder mientras los casos de corrupción cercan su entorno más íntimo: su esposa está imputada, su hermano investigado, varios de sus altos cargos encarcelados. La respuesta ha sido el victimismo, la cortina de humo y el “yo o el caos”.

El artículo recuerda con acierto que António Costa dimitió en Portugal en noviembre de 2023 al verse salpicado su entorno. Sin embargo, lo que en otros países se asume como normalidad democrática, aquí se presenta como una injusticia casi personal. Sánchez no solo se niega a asumir responsabilidades políticas por los casos que le cercan; además, pervierte el debate público envolviéndose en una supuesta superioridad moral progresista que ya no engaña a nadie.

Su argumento de que dimitir abriría la puerta a la ultraderecha es cínico. Esa ultraderecha ya está en el tablero político, y algunos de sus peores postulados se han blanqueado en aras de la gobernabilidad. ¿Qué sentido tiene mantenerse en el cargo si es a costa de romper todas las líneas rojas éticas, judiciales y democráticas?

La alternativa que plantea el editorial —una sustitución dentro del PSOE sin necesidad de elecciones anticipadas— no solo es posible, sino necesaria. Seguir aferrado al poder como única vía de contención de la derecha es un chantaje emocional y político a los votantes. Y es una estrategia suicida: cuanto más se desgaste el presidente, más legitimidad ganarán los extremos que dice combatir.
 
La izquierda, si quiere sobrevivir con dignidad, debe practicar la ejemplaridad que exige. No puede pedir sacrificios al ciudadano mientras protege a los suyos. La renuncia de Sánchez no sería una derrota; sería el primer acto verdaderamente coherente de su segundo mandato.

Seguir en La Moncloa no es gobernar. Gobernar es asumir las consecuencias, aunque duelan. El precio de quedarse ya no lo paga Pedro Sánchez: lo paga el PSOE, lo paga la democracia, y lo paga un país cada vez más descreído.

Añado mi punto de vista:
Sánchez no dimite y se convocan elecciones generales porque, de presentarse, no las ganaría, aunque mantendría el aforamiento como diputado. Posiblemente tendría que dejar no solo la presidencia del Gobierno, sino también el liderazgo del PSOE. Si la “puerta giratoria”, dada la erosión política que arrastra, no le permite ser “colocado” en algún organismo internacional como secretario general o presidente, quedaría abocado a integrarse en algún consejo de administración de una fundación próxima a su partido. Y eso, en la práctica, implica perder fuente de ingresos, privilegios y poder. Seria uno mas.

 

martes, 1 de julio de 2025

EL APESTADO

José Luis Ábalos reflexión política

 

“Un hipócrita es un paciente en el doble sentido de la palabra: calcula el triunfo y sufre un suplicio.”
– Benjamin Jarnés


Esto era en febrero de 2024. 



Ábalos: entre la victimización y la estrategia

El caso de José Luis Ábalos, exministro del PSOE, sigue sumando capas. Aunque muchos lo ven como un político “apestado”, apartado por el escándalo de las mascarillas, la realidad es más ambigua. Tal como expone el artículo de El Mundo, Ábalos no está fuera del juego. De hecho, lo juega con astucia.

Una posibilidad mencionada en el texto es su futura amnistía. Puede parecer improbable, pero conociendo los mecanismos de protección política y las narrativas que se construyen desde el poder, no es descabellado.

Ábalos se define como víctima. Alega que su colaborador fue quien gestionó las comisiones, que su intención fue salvar vidas, y que la tormenta mediática lo ha convertido injustamente en culpable sin pruebas. Su defensa no es jurídica, sino emocional: el relato de un hombre traicionado, incomprendido y linchado por los medios.

Pero no deja su escaño. Y no por convicción, sino por necesidad. Su carrera ha transcurrido enteramente en la política. No tiene experiencia profesional fuera de ese entorno. Salir ahora implicaría perder su salario y su aforamiento, clave mientras la justicia investiga.

A día de hoy, percibe más de 5.100 euros mensuales. Cuando termine la legislatura, tendrá derecho a dos años de subsidio con 3.400 euros mensuales. Esa protección económica le asegura estabilidad hasta la jubilación. En ese tiempo, el proceso judicial puede diluirse o extenderse lo suficiente como para que el coste político baje.

El artículo lo deja claro: dimitir sería una torpeza estratégica. Ábalos no es tonto. Es un superviviente político que se presenta como víctima, pero no renuncia a ningún privilegio. Es lo que algunos definen como un “listonto”: no especialmente brillante, pero sí lo bastante listo para no soltar el poder sin garantías.

El horizonte judicial sigue abierto, pero su resistencia confirma algo: en política, la apariencia de caída puede ser solo parte del guion. El verdadero juego se libra en silencio, entre votos, aforamientos y plazos judiciales.

Caso Ábalos y el Congreso

Fuente: El Mundo – Opinión, 28 de febrero de 2024

jueves, 26 de junio de 2025

EL CAUDILLO SANCHEZ

“No importa lo que los medios escriban de ti mientras tengas al lado a una mujer guapa con un buen culo”

— Donald Trump (Revista Esquife, 1991)

He colocado al inicio esta frase de Donald Trump porque el artículo publicado por El Mundo, escrito por Maite Rico el 29 de abril de 2024, antes de conocerse la decisión de Pedro Sánchez de continuar como presidente del Gobierno de España, hace referencia a las similitudes entre el comportamiento de Donald Trump y Pedro Sánchez.

Es interesante la analogía de conductas de estos dos dirigentes políticos, junto a la del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. Los tres pretenden ser “caudillos”.

Este es el artículo íntegro sin más comentarios. El pasado día 26 expuse mi opinión sobre la decisión que Sánchez iba a tomar en la anterior entrada: Sánchez reflexiona.


Fuente original: Artículo de Maite Rico en El Mundo

Las lágrimas del caudillo Pedro Sánchez

Sánchez comparte el caudillismo populista de López Obrador y el narcisismo enfermizo de Trump.

Paseo un México preelectoral. En un país con 85 homicidios diarios, los partidarios del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) han metido en campaña a la Santa Muerte. Una figura esquelética con capucha ordena silencio: “Un verdadero hombre nunca habla mal de López Obrador”.

AMLO no se presenta a las elecciones del 2 de junio, pero exige pleitesía hasta el final. Prometió en 2018 “la Cuarta Transformación”, y Sánchez en 2019 una “Segunda Gran Transformación”. Ambos dejan un legado de polarización, propaganda y desconfianza institucional.

Sánchez recurre, como Trump, a la victimización. El PSOE le organiza mítines con periodistas militantes, cineastas exaltados e intelectuales orgánicos. La estética falangista de sus carteles no pasa desapercibida.

El único apoyo exterior que ha recabado el ministro Albares ha sido del Grupo de Puebla, liderado por Zapatero. Mientras, el Gobierno promueve guerracivilismo y hostiga a los medios críticos con el caso Begoña. El juez que lo admite recibe amenazas.

¿Vale la pena que Pedro siga? Para nuestra democracia, desde luego que no.

martes, 24 de junio de 2025

MALDITA HEMEROTECA

Este vídeo es el mejor ejemplo de que una imagen vale más que mil palabras. No hace falta añadir nada más: los hechos hablan por sí solos. Las contradicciones quedan expuestas sin necesidad de interpretaciones. Sobran los comentarios. Que cada uno juzgue por sí mismo lo que ve. 





          


viernes, 20 de junio de 2025

MALA PERSONA

Debate político entre Yolanda Díaz y Carlos Cuerpo

Cuando faltan los argumentos, sobran los insultos

Hace unos días, me quedé perplejo leyendo las noticias. Uno de esos titulares que parecen sacados de una novela satírica: una vicepresidenta del Gobierno, y además ministra de Trabajo, calificaba de “mala persona” a un compañero de gabinete. No a un rival político, no a un líder de la oposición, sino a otro ministro del mismo Ejecutivo: Carlos Cuerpo, titular de Economía. ¿El motivo? No había apoyado una propuesta legislativa de la vicepresidenta, alegando razones técnicas.

Lo primero que pensé fue: ¿En qué momento el debate político perdió los modales más básicos? Pero la curiosidad pudo más, y quise entender mejor qué había detrás de este episodio tan peculiar. Busqué información sobre ambos ministros: sus trayectorias, sus formaciones, sus áreas de especialización. Lo que encontré no hizo más que reforzar mi asombro.

Contrastes formativos

Yolanda Díaz es licenciada en Derecho por la Universidad de Santiago de Compostela. Su formación se centra en el ámbito jurídico y laboral: derecho urbanístico, relaciones laborales, género, ordenación del territorio, seguridad social… Un perfil respetable, con enfoque claro en lo social, pero alejado del análisis económico riguroso.

Carlos Cuerpo, por su parte, tiene una trayectoria difícil de igualar en términos técnicos: licenciado en Economía por la Universidad de Extremadura, doctor en Economía por la Universidad Autónoma de Madrid, máster en la London School of Economics. Ha trabajado en la Comisión Europea, en el Tesoro español, y ha sido profesor en universidades como la George Washington University.

Experiencias profesionales divergentes

Yolanda Díaz comenzó como pasante en un despacho de abogados, y luego abrió el suyo propio en Ferrol. Después o simultáneamente se dedicó a la política, sin que tuviera que hacer estudios complementarios. Cumplió recientemente 54 años 

Carlos Cuerpo, en cambio, pertenece al Cuerpo Superior de Técnicos Comerciales y Economistas del Estado, una de las oposiciones más exigentes del país. Su carrera se ha desarrollado en el análisis macroeconómico, finanzas públicas y políticas internacionales.Ah! Tiene 44 años.

El desacuerdo entre ambos se produjo en el contexto de una propuesta legislativa con importantes implicaciones económicas. No soy economista, pero incluso alguien ajeno al tema puede entender que decisiones de este calado exigen un análisis técnico sólido.

Aquí es donde la diferencia entre sus perfiles cobra sentido. Díaz representa una visión jurídica y social; Cuerpo, una visión técnica y basada en datos. Es legítimo que haya diferencias de criterio. Lo que no es legítimo —ni elegante— es convertir una discrepancia técnica en un ataque personal.

Un insulto innecesario

La frase, pronunciada en un foro público, no deja lugar a interpretaciones: “mala persona”. ¿Qué significa eso en política? ¿Es un juicio ético? ¿Un recurso emocional? ¿Una forma de deslegitimar al otro cuando faltan argumentos? Para mí, es esto último.

Cuando se acude al insulto en lugar de al razonamiento, se vacía el debate. Se convierte el desacuerdo en enfrentamiento. Se borra la diferencia entre el rigor y la soberbia. Y, sobre todo, se transmite un mensaje preocupante: que quien no piensa igual, no solo se equivoca, sino que es moralmente inferior.

No se trata de defender a uno u otro ministro. Se trata de defender el respeto, la seriedad y la responsabilidad en el ejercicio de la política. Especialmente cuando hablamos de decisiones que afectan al empleo, la economía, el bienestar de millones de personas.

En un país con desafíos estructurales graves, lo que menos necesitamos es una política de gestos, de titulares fáciles o de insultos gratuitos. Necesitamos liderazgos capaces de debatir sin destruir, de disentir sin descalificar, de poner las ideas por encima del ego.

Porque al final, como en la vida, la política debería ser el arte de construir algo mejor para todos, no un escenario para que los egos personales desplacen el rigor y la sensatez.

Publicado el 6 de enero de 2025

PSICOPATA O FASCINANTE