miércoles, 16 de julio de 2025

XENOFOBIA

 





¿Quién comete los delitos en España? Un análisis incómodo pero necesario


 

Entre los años 2007 y 2014, cuando aún estaba en activo, hubo una cuestión que me llamaba la atención: la aparente sobrerrepresentación de extranjeros en las estadísticas de delincuencia. En la provincia de Alicante, donde el porcentaje de población extranjera es especialmente elevado, las cifras de detenidos parecían desproporcionadas en comparación con su peso demográfico. Pero al plantearlo, desde algunas instancias se me indicó que era un tema “tabú”, inadecuado para el debate público y que no debía usarse como excusa para explicar el incremento de la delincuencia.


Ahora, ya jubilado y desde la distancia que da el tiempo, sigo leyendo prensa, revisando informes oficiales, y los datos no solo confirman aquella impresión: la realidad sigue siendo la misma.


Según el último informe del Ministerio del Interior, en el primer trimestre de 2024 se detuvo o investigó a 97.363 personas en España. De ellas, 32.051 eran extranjeras. Es decir, uno de cada tres detenidos o investigados no tiene nacionalidad española.


¿Y cuántos extranjeros viven en España? Según el INE, representan alrededor del 13% de la población total —unos 6,3 millones de personas sobre 48,6 millones—. La conclusión es aritmética: los extranjeros están sobrerrepresentados en las cifras de criminalidad.

 

El caso más llamativo es el de los ciudadanos marroquíes: suponen cerca del 2% de la población, pero representan aproximadamente el 7% de los detenidos. También están sobrerrepresentadas otras nacionalidades como rumanos, colombianos, argelinos y ecuatorianos.


Este fenómeno tampoco es ajeno a la provincia de Alicante. Según los datos oficiales de 2024, alrededor del 22–23% de los habitantes de Alicante son extranjeros, es decir, más de 450.000 personas sobre un total de casi dos millones. Esta proporción duplica el promedio nacional, y convierte a Alicante en una de las provincias con mayor concentración de población extranjera de toda España.


No se trata de construir teorías ideológicas, ni de alimentar discursos xenófobos. Se trata de reconocer una realidad que está respaldada por los datos oficiales. España lidera, según Eurostat, el ranking europeo en robos con violencia, doblando las tasas de Alemania o Italia. También en tráfico de drogas, buena parte de los detenidos no son nacionales.


Negar estas cifras no ayuda a nadie. La mayoría de los extranjeros viene a trabajar, a ganarse la vida con esfuerzo y a integrarse. Pero hay una concentración delictiva en determinados grupos, muchas veces relacionada con exclusión social, falta de arraigo, estructuras familiares rotas y juventud desocupada. Ocultarlo bajo el discurso del buenismo solo sirve para perpetuar el problema.


La solución no es expulsar masivamente ni señalar por origen. Pero tampoco es silenciar datos ni evitar el debate público. España necesita estadísticas claras, análisis sin filtros ideológicos y políticas basadas en realidades, no en titulares dulzones o miedo a ofender.

 

Colofón: la otra estadística que también incomoda

Este patrón de sobrerrepresentación también aparece en uno de los ámbitos más dolorosos: la violencia de género.

Según la Estadística de Violencia Doméstica y de Género del INE (2023), se dictaron 29.213 condenas por violencia de género. De ellas:

  • 21.884 (75%) fueron contra agresores españoles,
  • 7.329 (25%) contra agresores extranjeros.

Los países con más condenados extranjeros: Marruecos, Rumanía, Colombia, Ecuador y Venezuela.

El Consejo General del Poder Judicial, en su informe anual, confirma cifras similares. En 2023 se registraron:

  • 193.477 denunciados por violencia de género,
  • De nacionalidad española: 74,6%,
  • De nacionalidad extranjera: 25,4%.

De nuevo, una sobrerrepresentación evidente: los extranjeros suponen el 13% de la población nacional, pero protagonizan una cuarta parte de las denuncias por violencia de género. En provincias como Alicante, donde la población extranjera alcanza el 23%, esta relación puede ser incluso más marcada.


Estos son datos, no diagnóstico.

El diagnóstico, que lo realicen los expertos.

Pero los datos están ahí. Silenciarlos no resuelve nada. Y maquillarlos, menos.

 

 

sábado, 12 de julio de 2025

EXPULSAR 8 MILLONES DE INMIGRANTES





 Cuando leí la noticia en varios medios de difusión nacional —no recuerdo cuáles, pero me imagino de qué tendencia son— de que Abascal pretendía expulsar a más de ocho millones de extranjeros, me dije: ¡Este hombre está cada día más loco! ¡Como para que fuera presidente!

Hoy me encuentro con esta noticia:

“Abascal aclara ante la malinterpretación de la izquierda mediática, que Vox no quiere expulsar a millones de inmigrantes”


El líder de Vox, Santiago Abascal, ha salido al paso de la polémica generada por unas recientes declaraciones de su partido sobre inmigración. En respuesta a interpretaciones de medios críticos que afirmaban que Vox pretende deportar a ocho millones de inmigrantes, Abascal ha matizado que su formación solo propone expulsar a quienes hayan venido a delinquir, a imponer su religión, a vivir del esfuerzo ajeno, a maltratar a mujeres o a menores no acompañados, quienes deben ser devueltos con sus padres.

Según Abascal, Vox no ha proporcionado una cifra concreta de inmigrantes que serían deportados, y recalca que solo al llegar al Gobierno podrían determinar cuántos incumplen esos criterios. Subrayó que esa medida también beneficiaría a los inmigrantes legales que respetan las normas y se han integrado.

La controversia estalló tras unas declaraciones de la diputada Rocío de Meer, quien advirtió que cerca de ocho millones de personas de origen extranjero viven en España, muchas de ellas llegadas en un corto periodo de tiempo, dificultando —según ella— su integración y generando problemas de inseguridad. De Meer propuso procesos de “remigración” para quienes no se han adaptado a las costumbres españolas.

Este discurso fue reforzado por otros portavoces de Vox, como Samuel Vázquez y José Antonio Fúster, que vincularon directamente el aumento de delitos violentos con la inmigración ilegal y criticaron las políticas migratorias del bipartidismo (PP y PSOE). Pusieron como ejemplo recientes crímenes cometidos por inmigrantes ilegales y denunciaron el desbordamiento de centros como el de Alcalá de Henares, que alberga a 1.800 personas pese a estar diseñado para 300.

Vázquez esbozó tres condiciones para residir en España: entrada legal, cumplimiento de las leyes e integración en la cultura del país. Señaló que, dado el volumen y características de la inmigración reciente, solo existen dos alternativas: una “mala”, que sería seguir el modelo francés, o una “menos mala”, basada en repatriaciones masivas.

De Meer añadió que, según proyecciones demográficas, en 2044 podría haber más población de origen extranjero que española, y reclamó el derecho a preservar la identidad cultural y demográfica del país. Anunció, además, que Vox celebrará en noviembre una nueva edición del foro Frontera Sur para abordar el fenómeno migratorio desde una perspectiva crítica.

Según estas aclaraciones por diversos integrantes del partido Vox de Abascal, la cuestión ha sido una interpretación —como siempre, sesgada— de quienes promueven eso del “cordón sanitario”, de quienes dicen: “no gobierne la derecha”, “no queremos gobiernos como los de Milei, Meloni, Orbán, Macron, Trump… queremos gobiernos con gente como Pedro Sánchez, Yolanda Díaz, Putin, Maduro, Lula da Silva, gobiernos progresistas”.

Fuente: ABC – Natalia Cristóbal, 07/07/2025

 

miércoles, 9 de julio de 2025

SÁNCHEZ Y SUS ELEGIDOS







Cuando dar un paso al lado es lo mínimo exigible



En junio de 2018, Pedro Sánchez derribó al Gobierno de Mariano Rajoy mediante una moción de censura basada en una exigencia: asumir la responsabilidad política ante la corrupción. “No basta con pedir perdón”, dijo entonces desde la tribuna del Congreso. Hoy, siete años después, esas mismas palabras pesan como una losa sobre su propia figura.

Los escándalos que rodean al entorno de Sánchez no son incidentes aislados ni errores fortuitos. José Luis Ábalos, su ministro y secretario de Organización, está acusado en el caso Koldo de tráfico de influencias y enriquecimiento ilícito. Santos Cerdán, su sucesor orgánico, está en prisión preventiva por liderar una red de comisiones ilegales. Francisco Salazar, su asesor más personal, fue apartado tras revelarse su implicación en posibles casos de acoso sexual, justo antes de asumir un nuevo cargo en la cúpula del PSOE.

Estos tres hombres no eran figuras de segundo plano. Eran su círculo íntimo, seleccionados, promovidos y protegidos por él. Pero no acaba ahí. Su esposa, Begoña Gómez, está siendo investigada por tráfico de influencias; su hermano, David Sánchez, por prevaricación; y el Fiscal General del Estado, por revelación de secretos en un caso con connotaciones políticas.

Ante esta situación, Pedro Sánchez ha respondido con un perdón público, anuncios de más controles internos y la promesa de “seguir adelante”. Sin embargo, eso ya no es suficiente. De hecho, eso es exactamente lo que él mismo reprochó a Rajoy: mirar hacia otro lado, minimizar la gravedad y no asumir consecuencias.


Un paso al lado: lo mínimo exigible


La magnitud de los casos y su cercanía al presidente del Gobierno imponen una respuesta de otro nivel. Sánchez no puede seguir gobernando como si nada, sin erosionar la credibilidad institucional ni el legado que decía construir. Si en 2018 la corrupción de un tesorero justificaba un cambio de Gobierno, hoy la corrupción de dos secretarios de Organización, un ministro, y la investigación judicial de su entorno familiar y del fiscal general hacen ineludible una salida digna.


Lo primero que debería hacer Pedro Sánchez es dimitir.


Una retirada voluntaria  permitiría que el PSOE eligiera un nuevo liderazgo con legitimidad renovada. Solo entonces se podría emprender una auditoría interna real, adoptar medidas de regeneración democrática y exigir responsabilidades políticas y procesales sin sombra de protección o cálculo personalista.

Insistir en continuar al frente, alegando “traición de personas cercanas”, no es liderazgo: es negación de la realidad. Y eso, viniendo de quien exigió a otros “dignidad política”, se convierte en una forma intolerable de cinismo.

Pedro Sánchez debe marcharse. Porque como él mismo proclamó entonces, ante la corrupción: “No basta con pedir perdón. Hace falta responsabilidad.





domingo, 6 de julio de 2025

EL PP SE DILUYE

 



 

Me he quedado estupefacto, como el autor del artículo titulado «Ni de derechas, ni de izquierdas. ¿En serio, Alberto?», publicado el 3 de julio de 2025 en EL DEBATE. En él se lanza una crítica frontal a la estrategia política de Alberto Núñez Feijóo, , tras su afirmación de que el proyecto que presenta para España ya no distingue entre izquierdas y derechas, apostando por un enfoque “transversal” y “de centralidad”.

Coincido en que esta declaración no solo constituye un error estratégico, sino también una renuncia ideológica que deja huérfanos a millones de votantes de centroderecha.

La crítica surge del impacto causado por las palabras de Feijóo durante una entrevista televisiva, en la que expresó su intención de liderar un proyecto similar al de Felipe González en 1982 o al de José María Aznar en 1996. La reacción del autor, y de muchos afines ideológicamente al PP, ha sido de decepción, incluso de consternación. Totalmente de acuerdo. Algunos comentarios recogidos califican esta postura de “lamentable” o “alucinante”. Uno de ellos advierte que, si no existe una derecha reconocible, la socialdemocracia será el único horizonte político posible.

Esta estrategia recuerda a la de Albert Rivera, exlíder de Ciudadanos, quien también intentó posicionarse como una fuerza de centro sin adscripción ideológica clara, y cuyo partido acabó desapareciendo del mapa político. Además, sorprende que Feijóo tome como referente a Felipe González, a quien muchos responsabilizan de haber instaurado un modelo socialdemócrata plagado de vicios: corrupción, desempleo y deterioro institucional.

El artículo contrasta los valores tradicionales de la derecha —libertad individual, baja fiscalidad, defensa de la iniciativa privada, esfuerzo personal y defensa de la vida— con los que se atribuyen a la izquierda —intervencionismo estatal, fiscalidad elevada, subsidios, ingeniería social y revisión sectaria del pasado histórico—. El autor sostiene que el PP debería posicionarse claramente en uno de estos polos y no pretender abarcar ambos sin un compromiso ideológico definido.

Se enfatiza que Feijóo, al declararse “transversal”, parece renunciar a la batalla de las ideas que, desde hace más de un siglo, enfrenta al socialismo y comunismo, con el liberalismo y el conservadurismo. En su opinión, la política no puede reducirse a un “centro” sin principios claros ni valores propios, especialmente en un contexto donde la izquierda y ultraizquierda española promueve una visión guerracivilista de la historia, pacta con el separatismo, debilita la enseñanza del español, desprecia la educación basada en el mérito y promueve una ideología radical en torno al género y la vida.

El texto concluye con una crítica directa a lo que el autor considera el gran error del marianismo: la renuncia a confrontar el relato ideológico de la izquierda en nombre de una supuesta estabilidad, que no logró frenar el avance del “sanchismo”. Según el autor, esa falta de ambición ideológica permitió siete años de Pedro Sánchez en el poder y un profundo deterioro institucional. Su apelación es clara: si el PP quiere ser una alternativa real, no puede esconder su ideología ni disfrazarse de partido sin alma. Feijóo debe tomar partido en la contienda de ideas y no refugiarse en una falsa neutralidad que, en última instancia, favorece al adversario.
El artículo denuncia que la proclamada “transversalidad” del PP bajo Feijóo no es más que una claudicación ideológica disfrazada de centrismo, y un abandono de los principios conservadores y liberales que han representado históricamente a una parte fundamental de su electorado.



En lo personal, como también lo señala el autor, no veo a Feijóo como el líder adecuado para ser alternativa a Sánchez. Puede que gane las próximas elecciones, pero será apenas un parche temporal, hasta que surja alguien con convicciones firmes que deshaga el daño causado por una izquierda procomunista disfrazada de progresismo durante estos últimos años en España.

viernes, 4 de julio de 2025

SANCHEZ. UNO MAS

 




“La mayor victoria de Pedro Sánchez” (El País, 1 de julio de 2025)

Fuente: El País – Opinión

El artículo editorial de El País, publicado el 1 de julio de 2025 bajo el título “La mayor victoria de Pedro Sánchez”, plantea una conclusión evidente, pero lo hace con una templanza que no hace justicia a la gravedad de la situación: Pedro Sánchez debería dimitir. No por estrategia ni por cálculo electoral, sino por decencia política. Por el bien de las instituciones que dice defender.

Hoy no se trata de ideologías ni de la amenaza de la derecha o la ultraderecha. Se trata de ética, de principios y de respeto al cargo que ostenta. El presidente del Gobierno lleva meses aferrado al poder mientras los casos de corrupción cercan su entorno más íntimo: su esposa está imputada, su hermano investigado, varios de sus altos cargos encarcelados. La respuesta ha sido el victimismo, la cortina de humo y el “yo o el caos”.

El artículo recuerda con acierto que António Costa dimitió en Portugal en noviembre de 2023 al verse salpicado su entorno. Sin embargo, lo que en otros países se asume como normalidad democrática, aquí se presenta como una injusticia casi personal. Sánchez no solo se niega a asumir responsabilidades políticas por los casos que le cercan; además, pervierte el debate público envolviéndose en una supuesta superioridad moral progresista que ya no engaña a nadie.

Su argumento de que dimitir abriría la puerta a la ultraderecha es cínico. Esa ultraderecha ya está en el tablero político, y algunos de sus peores postulados se han blanqueado en aras de la gobernabilidad. ¿Qué sentido tiene mantenerse en el cargo si es a costa de romper todas las líneas rojas éticas, judiciales y democráticas?

La alternativa que plantea el editorial —una sustitución dentro del PSOE sin necesidad de elecciones anticipadas— no solo es posible, sino necesaria. Seguir aferrado al poder como única vía de contención de la derecha es un chantaje emocional y político a los votantes. Y es una estrategia suicida: cuanto más se desgaste el presidente, más legitimidad ganarán los extremos que dice combatir.
 
La izquierda, si quiere sobrevivir con dignidad, debe practicar la ejemplaridad que exige. No puede pedir sacrificios al ciudadano mientras protege a los suyos. La renuncia de Sánchez no sería una derrota; sería el primer acto verdaderamente coherente de su segundo mandato.

Seguir en La Moncloa no es gobernar. Gobernar es asumir las consecuencias, aunque duelan. El precio de quedarse ya no lo paga Pedro Sánchez: lo paga el PSOE, lo paga la democracia, y lo paga un país cada vez más descreído.

Añado mi punto de vista:
Sánchez no dimite y se convocan elecciones generales porque, de presentarse, no las ganaría, aunque mantendría el aforamiento como diputado. Posiblemente tendría que dejar no solo la presidencia del Gobierno, sino también el liderazgo del PSOE. Si la “puerta giratoria”, dada la erosión política que arrastra, no le permite ser “colocado” en algún organismo internacional como secretario general o presidente, quedaría abocado a integrarse en algún consejo de administración de una fundación próxima a su partido. Y eso, en la práctica, implica perder fuente de ingresos, privilegios y poder. Seria uno mas.

 

martes, 1 de julio de 2025

EL APESTADO

José Luis Ábalos reflexión política

 

“Un hipócrita es un paciente en el doble sentido de la palabra: calcula el triunfo y sufre un suplicio.”
– Benjamin Jarnés


Esto era en febrero de 2024. 



Ábalos: entre la victimización y la estrategia

El caso de José Luis Ábalos, exministro del PSOE, sigue sumando capas. Aunque muchos lo ven como un político “apestado”, apartado por el escándalo de las mascarillas, la realidad es más ambigua. Tal como expone el artículo de El Mundo, Ábalos no está fuera del juego. De hecho, lo juega con astucia.

Una posibilidad mencionada en el texto es su futura amnistía. Puede parecer improbable, pero conociendo los mecanismos de protección política y las narrativas que se construyen desde el poder, no es descabellado.

Ábalos se define como víctima. Alega que su colaborador fue quien gestionó las comisiones, que su intención fue salvar vidas, y que la tormenta mediática lo ha convertido injustamente en culpable sin pruebas. Su defensa no es jurídica, sino emocional: el relato de un hombre traicionado, incomprendido y linchado por los medios.

Pero no deja su escaño. Y no por convicción, sino por necesidad. Su carrera ha transcurrido enteramente en la política. No tiene experiencia profesional fuera de ese entorno. Salir ahora implicaría perder su salario y su aforamiento, clave mientras la justicia investiga.

A día de hoy, percibe más de 5.100 euros mensuales. Cuando termine la legislatura, tendrá derecho a dos años de subsidio con 3.400 euros mensuales. Esa protección económica le asegura estabilidad hasta la jubilación. En ese tiempo, el proceso judicial puede diluirse o extenderse lo suficiente como para que el coste político baje.

El artículo lo deja claro: dimitir sería una torpeza estratégica. Ábalos no es tonto. Es un superviviente político que se presenta como víctima, pero no renuncia a ningún privilegio. Es lo que algunos definen como un “listonto”: no especialmente brillante, pero sí lo bastante listo para no soltar el poder sin garantías.

El horizonte judicial sigue abierto, pero su resistencia confirma algo: en política, la apariencia de caída puede ser solo parte del guion. El verdadero juego se libra en silencio, entre votos, aforamientos y plazos judiciales.

Caso Ábalos y el Congreso

Fuente: El Mundo – Opinión, 28 de febrero de 2024

jueves, 26 de junio de 2025

EL CAUDILLO SANCHEZ

“No importa lo que los medios escriban de ti mientras tengas al lado a una mujer guapa con un buen culo”

— Donald Trump (Revista Esquife, 1991)

He colocado al inicio esta frase de Donald Trump porque el artículo publicado por El Mundo, escrito por Maite Rico el 29 de abril de 2024, antes de conocerse la decisión de Pedro Sánchez de continuar como presidente del Gobierno de España, hace referencia a las similitudes entre el comportamiento de Donald Trump y Pedro Sánchez.

Es interesante la analogía de conductas de estos dos dirigentes políticos, junto a la del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. Los tres pretenden ser “caudillos”.

Este es el artículo íntegro sin más comentarios. El pasado día 26 expuse mi opinión sobre la decisión que Sánchez iba a tomar en la anterior entrada: Sánchez reflexiona.


Fuente original: Artículo de Maite Rico en El Mundo

Las lágrimas del caudillo Pedro Sánchez

Sánchez comparte el caudillismo populista de López Obrador y el narcisismo enfermizo de Trump.

Paseo un México preelectoral. En un país con 85 homicidios diarios, los partidarios del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) han metido en campaña a la Santa Muerte. Una figura esquelética con capucha ordena silencio: “Un verdadero hombre nunca habla mal de López Obrador”.

AMLO no se presenta a las elecciones del 2 de junio, pero exige pleitesía hasta el final. Prometió en 2018 “la Cuarta Transformación”, y Sánchez en 2019 una “Segunda Gran Transformación”. Ambos dejan un legado de polarización, propaganda y desconfianza institucional.

Sánchez recurre, como Trump, a la victimización. El PSOE le organiza mítines con periodistas militantes, cineastas exaltados e intelectuales orgánicos. La estética falangista de sus carteles no pasa desapercibida.

El único apoyo exterior que ha recabado el ministro Albares ha sido del Grupo de Puebla, liderado por Zapatero. Mientras, el Gobierno promueve guerracivilismo y hostiga a los medios críticos con el caso Begoña. El juez que lo admite recibe amenazas.

¿Vale la pena que Pedro siga? Para nuestra democracia, desde luego que no.

PSICOPATA O FASCINANTE