“No importa lo que los medios escriban de ti mientras tengas al lado a una mujer guapa con un buen culo”
— Donald Trump (Revista Esquife, 1991)
He colocado al inicio esta frase de Donald Trump porque el artículo publicado por El Mundo, escrito por Maite Rico el 29 de abril de 2024, antes de conocerse la decisión de Pedro Sánchez de continuar como presidente del Gobierno de España, hace referencia a las similitudes entre el comportamiento de Donald Trump y Pedro Sánchez.
Es interesante la analogía de conductas de estos dos dirigentes políticos, junto a la del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. Los tres pretenden ser “caudillos”.
Este es el artículo íntegro sin más comentarios. El pasado día 26 expuse mi opinión sobre la decisión que Sánchez iba a tomar en la anterior entrada: Sánchez reflexiona.
Fuente original: Artículo de Maite Rico en El Mundo
Las lágrimas del caudillo Pedro Sánchez
Sánchez comparte el caudillismo populista de López Obrador y el narcisismo enfermizo de Trump.
Paseo un México preelectoral. En un país con 85 homicidios diarios, los partidarios del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) han metido en campaña a la Santa Muerte. Una figura esquelética con capucha ordena silencio: “Un verdadero hombre nunca habla mal de López Obrador”.
AMLO no se presenta a las elecciones del 2 de junio, pero exige pleitesía hasta el final. Prometió en 2018 “la Cuarta Transformación”, y Sánchez en 2019 una “Segunda Gran Transformación”. Ambos dejan un legado de polarización, propaganda y desconfianza institucional.
Sánchez recurre, como Trump, a la victimización. El PSOE le organiza mítines con periodistas militantes, cineastas exaltados e intelectuales orgánicos. La estética falangista de sus carteles no pasa desapercibida.
El único apoyo exterior que ha recabado el ministro Albares ha sido del Grupo de Puebla, liderado por Zapatero. Mientras, el Gobierno promueve guerracivilismo y hostiga a los medios críticos con el caso Begoña. El juez que lo admite recibe amenazas.
¿Vale la pena que Pedro siga? Para nuestra democracia, desde luego que no.
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