sábado, 17 de mayo de 2025

CORRUPCIÓN EN ESPAÑA



Si existe una rendija por donde colarse, la corrupción no solo entrará, se instalará con despacho propio.


Análisis del informe de Transparencia Internacional 2024

Según el informe publicado por Transparencia Internacional, en 2024 España ha alcanzado su peor puntuación histórica en el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC), obteniendo 60 puntos sobre 100, lo que la sitúa en el puesto 38 del ranking global.

Lo más sorprendente es la falta de cobertura mediática que ha tenido este informe. En otro momento, este dato hubiera ocupado las portadas de los principales periódicos nacionales. Sin embargo, ahora parece no interesar demasiado, a pesar de que evidencia una degradación democrática profunda.

La corrupción en España ha dejado de ser una práctica aislada para convertirse en una forma estructural de gobernar. Casos como el del Tito Berni, el escándalo de Begoña Gómez, el uso partidista del CIS por parte de Tezanos, el caso Koldo, los contratos inflados en pandemia, o el caso Ábalos, muestran un patrón reiterado de impunidad y descontrol institucional.

La coalición gobernante ha interiorizado la corrupción como un coste asumible del poder. Lo preocupante no es solo la comisión de irregularidades, sino la reacción institucional: el bloqueo de investigaciones, el uso del aparato del Estado para proteger a los implicados y el linchamiento mediático a los denunciantes.

El pacto con partidos como Junts o ERC, que han tenido miembros condenados por corrupción, tampoco ayuda a mejorar la imagen del país en este sentido. Más bien al contrario: proyecta una sensación de que todo vale con tal de mantenerse en el poder.

El caso de Ábalos es paradigmático. Un exministro relacionado con tramas oscuras y, sin embargo, arropado por sectores del propio partido. La reacción del Gobierno ha sido lenta, calculada y, sobre todo, protectora. No se trata de depurar responsabilidades, sino de gestionar daños de imagen.

España no solo pierde posiciones en los índices internacionales, sino que está perdiendo algo más importante: la confianza ciudadana en que el sistema puede regenerarse.

Consulta el informe completo en Transparencia Internacional.

viernes, 16 de mayo de 2025

DELITO DE REVELACIÓN


  


“Cuanto más incómoda es una verdad, más recursos se invertirán en negarla.”


La verdad como único deber del periodismo

He leído en su columna más reciente, como Arcadi Espada ataca de frente la hipocresía que rodea la polémica por la publicación de mensajes entre el presidente del Gobierno y su exministro José Luis Ábalos. Lo hace con ironía afilada y una defensa radical del periodismo cuya única moral —dice— debe ser la verdad.

No es el filtrador, es el mensaje

Espada denuncia cómo se criminaliza al filtrador de los mensajes, mientras se absuelve tácitamente al poder político que aparece retratado en ellos. Al mismo tiempo, defiende el derecho del periódico a publicar dicha correspondencia, argumentando que no hay delito alguno, y que su difusión cumple una función pública clara: mostrar cómo opera el poder cuando cree que nadie lo observa.


La pregunta es sencilla: ¿acaso no interesa saber lo que dice un presidente en privado, si esas palabras revelan decisiones, estrategias o valores que afectan a todos?



El buen periodismo es feo, pero necesario


Uno de los pilares del texto es la idea de que el mejor periodismo es aquel que incomoda. Que mira por la cerradura, porque es precisamente allí donde se esconden las verdades que el poder no quiere mostrar. Según Espada, la estética no es el criterio: la verdad sí. Y si esa verdad se encuentra en mensajes “feos” o personales, también deben publicarse.


Denunciar, según el autor, que se publique lo que es incómodo solo muestra el nerviosismo del poder ante la transparencia. Lo privado deja de serlo cuando quien lo emite representa a una institución pública.



Privacidad en las alturas


Espada lanza una metáfora aguda: “A medida que uno sube en la vida, pasa lo que en las altas montañas: la vida privada va desapareciendo como el oxígeno”. Cuanto más poder tienes, más se justifica el escrutinio. Y esa es la base de su argumentación: la vigilancia sobre los actos (y palabras) de quienes gobiernan no puede tener zonas vedadas.


Incluso juega con ejemplos irónicos de mensajes ficticios que, en su opinión, también deberían publicarse si el contexto lo justifica: una queja sobre el ritmo de trabajo o un malestar con una figura cercana al presidente, como Begoña Gómez. Todo sirve si apunta a una dimensión de lo público.



Transparencia y sátira política


Como es habitual en sus textos, Espada introduce referencias cultas y giros sarcásticos —desde Christopher Hitchens hasta la colocación de “pájaras” en el gobierno— para reforzar su visión: lo importante no es el decoro, es la verdad. Y si esa verdad pone incómodo al poder, más razón aún para mostrarla.


El remate es demoledor: en lugar de gritar escandalizados, el Gobierno y el partido deberían haber respondido a la filtración con una sola frase: “Un modélico ejercicio de transparencia.”


Arcadi Espada no solo defiende la publicación de los mensajes entre Sánchez y Ábalos, sino que la convierte en símbolo del único deber real del periodismo: decir la verdad, aunque duela. Especialmente cuando esa verdad afecta a quienes están más arriba, donde el aire escasea y la privacidad, simplemente, se evapora.


jueves, 15 de mayo de 2025

DELITO DE FILTRACIÓN



Si la verdad duele, siempre habrá un comité dispuesto a demostrar que es mentira.”



El delito de filtración: cuando el poder se atrinchera en el relato


En su columna de hoy en un diario nacional, titulada “El delito de filtración”, Alberto García Reyes lanza una crítica directa al presidente del Gobierno, señalando el uso del relato como escudo político. Según el autor, Pedro Sánchez no reacciona ante las filtraciones por violar derechos o la ley, sino por el impacto que tienen en su estrategia de poder.


El relato como instrumento de control


Durante su intervención en el Congreso, Sánchez calificó como escándalo una supuesta filtración relacionada con un correo del entorno de Isabel Díaz Ayuso. García Reyes subraya que esta filtración nunca existió, y que el presidente utiliza esa “indignación” como un movimiento político para victimizarse y, de paso, intentar desacreditar a sus adversarios.

Aquí no se está juzgando la legalidad de una acción, sino su utilidad narrativa. Y esto, como señala el artículo, es parte de una maquinaria que va mucho más allá de lo jurídico: se trata de imponer una versión de los hechos que blinde al Gobierno.


Silencios estratégicos y dobles varas


El autor recuerda con precisión quirúrgica que otras filtraciones, mucho más comprometedoras para el propio partido del Gobierno, nunca merecieron condena pública. Mensajes entre ministros, correos personales, documentación confidencial enviada por altos cargos… Todos estos episodios pasaron sin pena ni gloria para quienes hoy se llevan las manos a la cabeza.

Lo que revela este patrón es una doble vara de medir: solo es delito si la filtración perjudica a quienes están en el poder. Si beneficia al relato oficial, se disimula o incluso se instrumentaliza.



Una prensa en la cuerda floja


El texto también apunta al papel de ciertos medios y encuestadoras como el CIS, cuya credibilidad queda cada vez más en entredicho. Las encuestas parecen alinearse sospechosamente con los intereses del Ejecutivo, mientras la crítica periodística se diluye en medio de un bombardeo propagandístico que busca controlar todos los frentes: desde los platós hasta las redes sociales.


La alusión a la UCO y a las investigaciones judiciales, junto con la forma en que se manipulan los tiempos de los escándalos, refuerzan una idea: el verdadero campo de batalla no es legal, sino comunicacional.



Un cierre con sarcasmo y verdad


García Reyes cierra el artículo con ironía, evocando una copla convertida en dardo político entre Ábalos y Sánchez: “Acuérdate cuando entonces bajabas descalzo a verme y ahora no me conoces”. La frase funciona como símbolo de una relación rota, no solo personal, sino política. Una traición, una lealtad desechada, un escándalo que amenaza con devorar al PSOE desde dentro.


El remate es brutal: tratar de ocultar todo este lío mediático y político con un discurso de indignación moral es, según el autor, como intentar tapar una cagarruta con una boñiga. Crudo, pero directo.

Lo que está en juego no es si hubo o no una filtración. Es quién decide qué filtraciones importan y por qué. Cuando el poder legisla el relato y lo convierte en ley moral, el problema ya no es judicial: es democrático.




sábado, 3 de mayo de 2025

IGNORAR AL DISCREPANTE

Ilustración crítica


La desconfianza no es ignorancia: es desencanto


De la crisis de 2008 a los apagones de hoy, la historia reciente demuestra que quienes alzaron la voz contra el relato oficial no eran locos, sino ciudadanos críticos.

Durante años, la etiqueta de "conspiranoico" ha servido para desacreditar a quienes osaban cuestionar el discurso oficial. En 2008, se aplicó a quienes denunciaron que la crisis financiera fue una estafa. En 2020, a quienes criticaron medidas como las mascarillas al aire libre o el confinamiento infantil. Muchas de esas decisiones hoy parecen difíciles de justificar.

Lo mismo ha ocurrido con la guerra de Ucrania. Quienes advirtieron que se trataba de una disputa geopolítica fueron tachados de traidores. Hoy incluso Donald Trump ha reconocido su componente económico.

Los "preparacionistas" pasaron de ser caricaturizados a ser reivindicados por la Unión Europea, que ahora aconseja tener un kit de emergencia en casa.

Sin embargo, la deslegitimación persiste. Esta semana, tras una falsa alarma de apagón, el debate se centró en bulos y extremismos. Pero la realidad es que nuestras infraestructuras son frágiles, y eso lo vienen avisando muchos desde hace tiempo.

El verdadero problema no está en los rumores de redes, sino en unas instituciones que han perdido el contacto con la realidad. Para justificar decisiones impopulares, crean alarmismos interesados. Putin en la Gran Vía es caricatura, pero no muy lejos del discurso oficial.

La desconfianza nace del desencanto. La ciudadanía no ha perdido el juicio: ha perdido la fe en unas élites que ya no intentan convencer, solo imponer. Un gobierno que descalifica todo pensamiento crítico como populismo o peligro no fortalece la democracia: la debilita.

Como advierte el científico cognitivo Hugo Mercier en su libro No hemos sido engañados, el discurso del miedo a los bulos es funcional al poder. Sirve para ocultar que la verdadera amenaza no está en los memes de WhatsApp, sino en los discursos que infantilizan al pueblo.

No es el pueblo quien se ha embrutecido. Son las élites quienes han renunciado al debate. Y la confianza, como el respeto, hay que merecerla.

Nota del autor: Este texto está basado en un artículo de opinión previo, revisado y adaptado para su publicación en formato blog.

sábado, 19 de abril de 2025

COMO SER ABALOS



Cuando las cosas parecen ir mejor, es que has pasado algo por alto




Cómo ser Ábalos” o el arte de sobrevivir en la política española



El artículo “Cómo ser Ábalos (Being Ábalos)”, firmado por Juan Diego Madueño en Fare Casino, es mucho más que una sátira política. Es una radiografía punzante de una forma de ejercer el poder en España, encarnada en la figura de José Luis Ábalos, exministro del PSOE y protagonista de algunos de los episodios más polémicos del sanchismo. Aquí analizo el texto y añado una reflexión que, en estos tiempos, sigue siendo incómodamente vigente.


Desde la primera línea, Madueño entra sin rodeos. Acceder a la mente de Ábalos es, dice, como entrar “por una gatera abierta en un lupanar”. No hay metáforas suaves ni concesiones. Lo que plantea es un retrato brutal de un político que representa más el desgaste del sistema que la regeneración democrática que alguna vez se prometió.


Ábalos como caricatura del poder

Madueño usa comparaciones populares —Homer Simpson, James Bond de menú del día, Indiana Jones del carajillo— para ridiculizar a un personaje que, según el autor, ha dejado una marca indeleble en la política española, pero no por méritos, sino por escándalos. El texto remite al caso de la UCO y al supuesto uso de prostitutas durante la pandemia, que se describe como una “reinvención del volquete”, frase que conecta con el imaginario político de la corrupción más rancia.


Ábalos, lejos de ser una excepción, es presentado como productor de un ecosistema: una aristocracia de partido blindada por los medios y sostenida por una impunidad estructural. Es el “confesor de Pedro Sánchez”, una figura que, más que caer, muta y resiste. El artículo apunta no solo a él, sino al sistema que permite que figuras así se mantengan en el centro del poder sin rendir cuentas.



Uno de los pasajes más brillantes y cínicos del texto es la parodia de Being John Malkovich: “quince o veinte minutos siendo José Luis Ábalos”. En esa fantasía, ser Ábalos implica tener acceso a dinero público para fines privados, disfrutar del respaldo del partido y contar con la inmunidad del sistema. La corrupción no como error, sino como modo de vida.


Disneyland de la corrupción

El cierre del artículo no deja lugar a dudas: el carnet del PSOE es descrito como un pase VIP a las habitaciones del “Disneyland de la corrupción”. Una imagen brutal pero certera. La corrupción no se oculta, se institucionaliza. Y en algunos casos, hasta se celebra.



Reflexión final

Conviene recordar que cuando estalló el caso Bárcenas en el Partido Popular, el PSOE exigió de inmediato el cese del presidente Rajoy, pese a que el implicado directo era el tesorero del partido. En contraste, en el caso Ábalos hablamos del secretario de Organización del PSOE, ministro del Gobierno y protagonista directo. No solo no se exigió dimisión alguna, sino que fue defendido en el Congreso como un héroe por su gestión en el caso Delcy.

Pedro Sánchez no dimitió entonces, y no lo hará ahora. Esa es la diferencia. Y también, una prueba más de que la vara de medir la ética política depende de quién sostiene el poder en cada momento.



lunes, 14 de abril de 2025

FRANCISCO FERROL




Los atajos siempre toman mas tiempo de lo esperado


Hoy coloco un artículo valiente, lúcido y necesario. Alfonso Ussía escribe con honestidad, memoria y sentido común. Reivindica el derecho a matizar la historia sin fanatismos ni censuras. Su estilo es irónico, directo y brillante. Defiende la libertad de pensamiento y denuncia el revisionismo absurdo con inteligencia y dignidad. Un texto imprescindible de leer.


Los que me conocen saben que jamás fui franquista. En mi casa me educaron en la lealtad a Don Juan. Y cuando Don Juan fue definitivamente descartado, seguí del lado de Don Juan hasta su renuncia a los derechos históricos de la Corona en beneficio de su hijo, Don Juan Carlos I. Mi padre estuvo siempre a la sombra del gran perdedor, y fue el español que en más ocasiones fue convocado por el Tribunal de Orden Público por sus constantes estancias y viajes a Estoril, superando las 150 comparecencias. 

Pero ahora, me permito creer que, en la culminación de mi existencia, tengo que reconocer muchas cosas buenas a quien no reconocí ninguna por la lógica estupidez ardiente y juvenil. Y como ese reconocimiento hoy se considera delito, he decidido que lo más prudente es intentar la justicia y el equilibrio refiriéndome a don Francisco Ferrol, por cuanto sus verdaderos nombre y apellido están penados por la nueva Ley de la Memoria Democrática, y solamente es tolerable mencionarlo si es para ponerlo a parir. En mi infancia y juventud se vivía en un régimen autoritario que desembocó en una dictablanda. Efectivamente, la militancia política –no sólo la de izquierdas–, estaba perseguida, pero fuera de ella, en España había más libertad que en nuestros días. Y, además, impuestos ridículos, grandes obras públicas, sociedades estatales con un funcionamiento perfecto –Correos, Iberia, Renfe, etc.–, hospitales públicos, más de cuatro millones de viviendas protegidas y una política económica que llevó a nuestra nación de la desolación de la posguerra a ocupar el noveno lugar de las economías mundiales durante el régimen de don Francisco Ferrol.

 En aquellos tiempos se expandió la clase media, el tejido social que mantiene en todos los países la estabilidad y la libertad de los mercados. Don Francisco Ferrol creó la Seguridad Social, determinó las vacaciones obligatorias, las pagas extraordinarias, y unos tribunales laborales en los que el noventa por ciento de las causas a juzgar se sentenciaban favorablemente a los obreros. Y se vivía en paz y muy bien, con la seguridad ciudadana garantizada y con plena libertad, siempre insisto, renunciando al ejercicio político. Ha dicho Cristina Almeida, además de narrar su negativa a compartir en sueños sus ardores con Bertín Osborne, que Francisco Ferrol prohibió el sexo. Mentira. A mí, al menos, no me lo prohibió, y tuve amigos «gays» que se encontraban en sus bares y discotecas sin que nadie le aplicara la Ley de Vagos y Maleantes promulgada durante la Segunda República, o fueran fusilados por el Ché Guevara por ser homosexuales. El funcionariado era el preciso, y la administración del dinero público, modélica. Y sí, Madrid era el centro. Hubo centralismo, como en Francia con París, en Inglaterra con Londres y en Portugal con Lisboa. Aquella España, con todos sus defectos, era infinitamente más libre –excepto en el ejercicio de la política–, que esta España entregada a los que la aborrecen, a los terroristas que han asesinado a los españoles, y a los separatistas que han convertido sus regiones y ciudades en espacios abiertos a la delincuencia. 

Ahora han decidido los resentidos ignorantes, iletrados y resentidos, eliminar a don Francisco Ferrol de la historia, ya centenaria de la Legión. Una bandera lleva su nombre, la que mandó como su primer comandante. Eliminar al general Ferrol de la historia de la Legión es empresa imposible, por haber sido junto al general Millán Terreros –posteriormente Millán-Astray–, uno de sus fundadores y primeros jefes. Empresa tan tonta como borrar de la Compañía de Jesús a Íñigo de Loyola para sustituirlo por el padre Ángel, que capaces son. 

El fundamental problema de estos propagadores del odio no está en la mentira, en la rabia, en la injusticia y en la necesidad que tienen en ganar una guerra que perdieron por su culpa hace más de ochenta años. En un bando había un ideal, España, y en el otro un desbarajuste que terminó a tiros entre ellos al grito de ¡viva Stalin! El fundamental problema es que además de recuperar el odio, lo han hecho desde la más supina estupidez. Y las tonterías de los tontos no tienen recorrido. Jamás fui partidario de Francisco Ferrol, pero hay que reconocer que muchas cosas las hizo mejor que bien. 

 ALFONSO USSÍA

sábado, 12 de abril de 2025

VOLVER AL PASADO

Cartel sobre tensiones comerciales entre EE.UU. y China


La memoria selectiva del poder es la amnesia del país


El artículo de Bryan Mena en CNN plantea una crítica directa a las políticas económicas de Donald Trump, quien estaría intentando revivir una visión industrial obsoleta de Estados Unidos. A través de aranceles y recortes en ciencia y educación, el expresidente impulsa una estrategia que podría socavar la posición del país en la carrera tecnológica global, especialmente en el ámbito de la inteligencia artificial (IA).

¿A qué responde esta estrategia?

  • El empleo manufacturero en EE.UU. cayó sostenidamente desde finales de los años 70.
  • La automatización y la globalización han transformado la economía.
  • Hoy, el 80% de los empleos están en servicios: tecnología, finanzas, ingeniería.

¿Y la inteligencia artificial?

Mientras Trump apunta al pasado, países como China avanzan con modelos IA competitivos como los de DeepSeek. EE.UU. necesita más inversión, más investigación y talento, no recortes. Pero las políticas actuales van en sentido contrario:

  • Recortes en fondos a universidades como Harvard y Princeton.
  • Revocación de visados a estudiantes extranjeros clave en investigación IA.
  • Propuesta de eliminar la Ley CHIPS, fundamental para los semiconductores.

La contradicción de su estrategia tecnológica

Aunque Trump anunció grandes inversiones en infraestructura IA y chips, sin apoyo a la base académica y al talento joven, esa estrategia es insostenible. Como apunta el economista Martin Chorzempa, revivir el modelo industrial de los 50 es una nostalgia ineficaz en un mundo dominado por la automatización y la IA.

Estados Unidos aún puede liderar la transformación digital global. Pero para lograrlo, necesita mirar al futuro, no al retrovisor de una economía que ya no existe.

Publicado en CNN por Bryan Mena, el 9 de abril de 2025

Leer artículo original en CNN

PSICOPATA O FASCINANTE